El sábado 2 de agosto, Lupita D’Alessio llenó el Auditorio Nacional en cuerpo, voz y alma. Cada asiento ocupado. Cada canción, un pedazo de historia compartido. Fue una noche de agradecimientos profundos, de emociones a flor de piel y de vínculos familiares que se sintieron más vivos que nunca.
Como parte de su Gracias Tour, la gira con la que se despide de los escenarios, regaló un concierto donde no faltó nada: ni la fuerza, ni las lágrimas, ni esa íntima conexión con un público que la ha acompañado por décadas.
Uno de los momentos más emotivos fue cuando cantó con su nieta, Sara María D’Alessio, el tema “Mi Corazón es un Gitano”. Un instante lleno de ternura, en el que todo el Auditorio pareció respirar al mismo ritmo que ellas.
También compartió escenario con su hijo, Ernesto D’Alessio, para interpretar “Ni Guerra Ni Paz”. La complicidad, el cariño y la admiración mutua entre ambos enchinaron la piel y llenaron el corazón.
Antes de ese dueto, Ernesto había emocionado con su propio set, interpretando temas como “Gaviota del Aire”, “Lo que un día fue no será” y “Vivir así es morir de amor”, que le valieron ovaciones de pie.
Lupita entregó el alma en cada interpretación: “Costumbres”, “Inocente Pobre Amiga”, “Ese Hombre” y “Mudanzas” fueron solo algunos de los momentos más intensos de la noche. Fue justo después de esta última que agradeció a sus músicos y al público que la ha acompañado durante tantos años.
Hubo muchas ovaciones en las que cada palabra, cada nota, removieron algo muy profundo. Porque la historia que Lupita canta también es nuestra.
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